Cuando hablas con Nuria Vila, notas que es una persona tranquila, con una voz pausada y de sonrisa fácil, pero a poco que avanza la conversación, descubres que Nuria es una apasionada del Morgan, de las dos y de las cuatro ruedas y que es “imparable”. Esta barcelonesa, que estudió puericultura y que trabajó en la guardería de la Caja de Pensiones no ha parado de correr en rally, viajar en moto o recorrer Europa en Morgan – “no paro” – nos confiesa – “a pesar de tenerle respeto a las motos, tras una pequeña caída, me encantaba viajar con Eduardo en nuestra BMW Adventure, con aquellas maletas enormes con el equipaje y recorrer kilómetros y kilómetros. Ahora ya solo viajamos sobre cuatro ruedas, pero nada me para, tuve una fractura complicada esquiando hace un par de años, y ahora he vuelto a esquiar, con cuidado, pero ahí estoy, sin parar…”
Su carrera dio un giro inesperado cuando pasó a trabajar en las oficinas de la misma entidad, un cambio que aceptó con entusiasmo y que resultó ser muy satisfactorio. “Pensé, esto es lo que hay, no lo voy a dejar”, recuerda Nuria. A los 56 años, se prejubila y comienza a disfrutar de una vida mucho más relajada, bueno, lo de “relajada” es una forma de hablar, ya que a partir de ese momento, Nuria y Eduardo, su marido, aprovechan cada minuto para disfrutar de su pasión; los rallies y el Morgan.
En 2019 entrevistamos a Eduardo, puedes leer aquí la entrevista, y descubrimos su faceta de piloto de rally a bordo de su SEAT 127, con Nuria como imprescindible copiloto.
La historia de amor entre Nuria y Eduardo comenzó cuando eran muy jóvenes. “Nos conocimos cuando yo tenía 14 años y él 16. Algo que hoy en día ya no pasa”, comenta Nuria con nostalgia. La pasión de Eduardo por el Morgan comenzó de joven, cuando un día, mientras iba en moto, vio un accidente que involucraba a un Morgan. “Eduardo quedó fascinado con el coche y todo lo que representaba”, dice Nuria. Los años pasaron y el Morgan parecía un sueño lejano. Con los niños pequeños, la idea de comprar un coche con las características del Morgan era algo impensable. Hasta que llegamos al 2006.
Es entonces, con sus hijos ya mayores, cuando Nuria y Eduardo finalmente compran su primer Morgan. “Es el coche que más me gusta, me encanta”, dice Nuria con entusiasmo. Desde entonces, el Morgan se ha convertido en una parte muy importante de su vida.
El Morgan no es solo un coche para Nuria y Eduardo; es un compañero de viaje que les ha llevado a vivir experiencias únicas. “Viajamos mucho en él”, comenta Nuria. Uno de sus viajes más memorables ha sido la aventura de recorrer durante todo un mes Irlanda, Escocia, Inglaterra y Francia para celebrar su 50 aniversario de bodas. “Hicimos casi toda Irlanda, luego pasamos a Escocia y bajamos por Inglaterra. Visitamos la fábrica de Morgan, donde nos sumamos a la salida organizada por el Club y donde nos reencontramos con tantos amigos. Luego seguimos por Normandía y Bretaña, ha sido algo precioso e inolvidable”, relata.
Viajar en un Morgan tiene sus desafíos, pero también sus recompensas. “Las incomodidades son muchas, como capotar y descapotar cuando llueve, pero al final el placer de conducir un vehículo único supera las incomodidades”, explica Nuria. A pesar de estos retos, disfrutar del diseño del Morgan es algo incomparable. “La libertad de ver el cielo y sentir el paisaje casi a ras de suelo mientras conduces es todo un placer”, añade.
Nuria también es la copiloto oficial en los rallies que participa junto a Eduardo. Aunque le gusta conducir, prefiere no hacerlo cuando él está a su lado. “Me gusta muchísimo conducir, pero no soporto hacerlo con él al lado porque no para de darme instrucciones”, comenta con una sonrisa.
El Club Morgan ha sido una extensión natural de su pasión por estos coches. “Nada más comprarnos el Morgan, Eduardo contactó con el Club, fuimos a una comida y nos gustó el ambiente. Desde entonces hemos estado en el club”, dice Nuria. La comunidad del club les ha ofrecido apoyo y camaradería, algo que valoran mucho. “Disfrutamos mucho de la compañía y nos apoyamos entre todos”, añade.
La primera salida con el Club fue toda una experiencia para Nuria, se organizó para recorrer el Románico Palentino y Nuria no paró de disfrutar a cada curva – a mí es que me gusta muchísimo el románico – nos cuenta – “y claro, imagínate, la primera salida en Morgan y encima recorriendo el románico palentino, para mí fue increíble, ver una ermita románica aquí, otra allí, todo verde al lado, y los Morgans allí aparcados, fue una sensación increíble”.
A lo largo de los años, han acumulado muchas anécdotas en sus viajes. Una que recuerda con especial cariño sucedió cuando perdieron la matrícula del coche en una salida por Galicia. Se dieron cuenta al llegar al hotel que no estaba atornillada en su sitio y pasaron todo el viaje preocupados por si les paraban al no llevar matrícula. Al regresar, descubrieron que había estado al lado de la puerta del jardín desde el día que salieron. “Todo el viaje de vuelta pensando qué pasará si nos paran y resulta que la teníamos en la puerta de casa y recorrimos todo el viaje sin ella”, cuenta riendo.
La pasión por los coches de Eduardo a veces genera discusiones, pero en general, la afición compartida por los rallies, el Morgan y el Club ha enriquecido su vida juntos. “A veces discutimos por los coches porque Eduardo siempre quiere más y yo me niego, pero en general lo llevamos bien”, concluye Nuria.
Nuria y Eduardo han encontrado en su Morgan no solo un medio de transporte, sino una forma de vida en común que les ha permitido compartir cientos de aventuras y crear recuerdos inolvidables juntos. ¡Gracias Nuria!