
Julián no para, con casi sesenta y cinco años y con más de media vida dedicado al sector de la madera y sigue al pie del cañón, “mientras el cuerpo aguante y no estorbe por allí” nos confiesa entre risas. Desde Madrid nos habla de su pasión por los coches y en concreto por el Morgan.
Tras muchos años dedicado a la empresa, no llegaba el momento de darse un capricho y cada vez eran mayores las ganas de conducir un Morgan y eso que no había tenido la ocasión de verlo en directo, pues no conocía ningún propietario de un Morgan, tan solo sabía de ellos por referencias en fotos y revistas. Siendo un veinteañero ya tenía su corazón automovilístico partido entre un Mustang y un Morgan, ¿cuál llegaría primero?, tuvo que esperar varios años para hacer realidad su sueño.
Y el momento llegó en el 2007, las ganas fueron creciendo año a año y las visitas al concesionario Morgan de la capital se convirtieron en peregrinación. Tantas fueron las idas y venidas que casi de un día para otro se decidió por la compra, empezó con la personalización al detalle y en unos meses recibió su Morgan.
Una vez lo tuvo delante sus emociones se confirmaron, aquello no era un coche, era otra cosa. Sentarse al volante de un Morgan no tiene nada que ver con conducir cualquier otro modelo de coche. La extrema simplicidad del vehículo – “con un destornillador de estrella eres capaz de desarmarlo” – nos dice Julián, más una mecánica tradicional, su ausencia de asistencias a la conducción y una posición extremadamente pegado al asfalto, proporcionan sensaciones únicas.
“No tiene precio” – nos argumenta Julián – “conducir descapotado, a tu ritmo, sintiendo la carretera, por caminos sinuosos en medio de la naturaleza, siendo parte del paisaje… es que se me pone la piel de gallina…”
Julián ha rentabilizado su Morgan al máximo. No se ha perdido una salida, guarda grandes recuerdos, sobre todo de las internacionales, claro, a más kilómetros, más “momentos Morgan”. Suiza, La Selva Negra, la Toscana, Francia, Inglaterra… Precisamente en Suiza les sorprendió el paisaje y la forma de moverse por la cordillera. Tras una jornada por carreteras de montaña con frío y nieve, se refugian en el hotel a reponer fuerzas y para organizar la salida del día siguiente. En aquel momento no había ni telefonía móvil, ni GPS… todo a fuerza de papel, lápiz, planos y los consejos de los paisanos del lugar. La recepcionista del hotel les insistía sobre el plano y en perfecto alemán, del atajo para cruzar las montañas al día siguiente, algo que no entendían ni aparecía en el mapa, arriesgándose a tener que dar media vuelta, se plantaron allí con la sorpresa que el sistema utilizado para cruzar la montaña era ¡un tren! Unas plataformas abiertas donde, sin bajarse del automóvil, subían al tren, un Morgan detrás de otro, que les llevó a la otra parte de la montaña.
Su llegada al Club fue casi inmediata, desde el concesionario le hablaron de la existencia del Morgan Sports Car Club de España y le facilitaron un teléfono de contacto. Tras una llamada y un rato de conversación, se convirtió en uno más de la familia. “No es por desmerecer a otros – nos confiesa Julián – también participo en salidas con otros modelos de coche y no tiene nada que ver, el ambiente, la camaradería, el buen rollo del Club Morgan no tiene parangón… – Su primera salida fue hacia Alicante, en la sonada Fiesta de la Cerveza. Se sintió tan arropado, tan integrado que ahora, cuando llega alguien nuevo – en esta última salida han sido tres coches y sus ocupantes – se esfuerza en acogerlos y ayudarles en lo que necesiten, algo que acaba siendo marca de la casa en el Club.
Tantos kilómetros dan para decenas de aventuras y anécdotas varias. Alguna nevada imprevista, conducir un Morgan descapotado y que comience a nevar es toda una experiencia… Nos cuenta que no hace mucho tiempo, conduciendo tras un camión enorme, en una carretera de doble sentido, se vio obligado a reducir la velocidad, el camión cada vez circulaba más lento y con las emergencias encendidas hacía pensar en una avería o en una indisposición del conductor, el camión siguió aflojando la marcha hasta casi quedar parado y Julián decide adelantar para averiguar el motivo de la emergencia, cuando de pronto se topa con la Benemérita, que brazo en alto le para de malos modos y le pide explicaciones del adelantamiento. Julián sorprendido de la presencia del Guardia Civil se excusa con el tamaño de camión que no le dejó ver el control de carretera, excusas que no le sirvieron de nada al enfadado Guardia Civl que tramitó la correspondiente denuncia por “conducción temeraria”, con un Morgan…
Julián guarda los “badges” de todas las salidas en las que ha participado, pero no solo los conserva, los tiene enmarcados y expuestos en el garaje junto a su Morgan. Eso es amor y pasión. Reconoce que le tiene un cariño especial a su Morgan, no piensa deshacerse de él en la vida, “sería casi un sacrilegio” – reconoce – quiero que sea un legado para las siguientes generaciones…” – Tanto es el mimo que le procesa, que Lucía, su mujer y también morganista de pro, a veces se siente celosa y le dice – “es que no le falta ni perejil…” – buen humor es lo que no le falta a esta pareja. Lucía le acompaña en todas las salidas, conduce a veces el Morgan, pero prefiere el papel de copiloto y disfrutar del ambiente y las amistades del Club.
Pero al final el Universo y la cabezonería se confabulan y el Mustang llegó hace cinco años desde Estados Unidos, un ocho cilindros descapotable, compañero ideal del Morgan, así que, por fin, Julián ya no tiene “el corazón partío”.